Curso 2019/2020. El año de la lluvia, el virus y el claustro excepcional

Esta es la primera entrada en modo desconexión de redes sociales y la voy a dedicar a despedir un curso especial.

Este curso, 2019/2020, es el primero en mi carrera en el que, como docente, he vivido la interrupción de la enseñanza presencial en dos ocasiones, una por lluvias abundantes causadas por una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), y la otra por nada más y nada menos que una pandemia mundial causada por el COVID-19 (coronavirus para los amigos).

Pero, aunque estos dos fenómenos deberían ser lo más llamativo del curso, no ha sido así, y es que todo eso ha sido superado por la excepcionalidad del claustro del CEIP San Antonio de Torre Pacheco (Murcia) donde he hecho mis prácticas como funcionario y he compartido momentos que pasarán a la historia.

Este fenómeno del que hablo parte de arriba, de una Directora que es una auténtica Mariscal de Campo que dirige el centro con experiencia, veteranía y templanza; una Jefa de Estudios «puro nervio», genuina como ella sola y siempre cargada emocionalmente, y bueno, una Secretaria con su temperamento único, espontánea (de arranque de caballo andaluz…), diligente y con esa capacidad de alegrarte la mañana con su «buenos días» y su sonrisa nada más entrar por la puerta.

Una de las claves, a mi parecer, ha sido el grado de autonomía que se nos ha dado al profesorado en este centro, la mayoría nuevo, dado que hay pocas plazas definitivas asignadas, pero que, a pesar de ser desconocidos se nos ha recibido dando por sentada nuestra profesionalidad y dedicación de antemano, y vamos si se ha respondido en esa línea… con creces.

He visto claustros buenos, la verdad, muchos, he visto algunos claustros desastrosos (pocos, pero sí, existen) pero este ha sido asombroso, cómo se ha trabajado a nivel de aula, con qué sentido común se ha respondido a la pandemia, cómo se ha coordinado a nivel de tramo, bueno… por cierto, coordinadoras de tramo excelentes también, con una rigurosidad impecable y bueno, también hay que decir que con buen claustro la coordinación se hace más fácil pero, el hecho de no escuchar queja alguna de las reuniones… dice mucho… incluso, ojo, se ha llegado a exigir más claustros… ¡más claustros! sí… hasta ahí se ha llegado respecto a la implicación… no es casualidad, un buen grupo de docentes se puede desperdiciar fácilmente con una mala coordinación, excesivo control, desconfianza, mala dirección… y nada más lejos de la realidad, hemos sido dirigidos y coordinados por personas cercanas, sensibles, motivadoras… compañeras con ganas de ayudar, simplificar y hacer que todos «sonásemos bien» como una orquesta (tal vez influye que las coordinadoras fuesen de Educación Física y Música…).

Pero es que, además, como suele pasar, ha habido sustituciones (embarazos, operaciones…) y en esas sustituciones hemos tenido también la suerte de dar con docentes de altura, que se han integrado perfectamente al ser arropados por un claustro tan bonito… hemos disfrutado de docentes implicados igual, al 100%, aportando su estilo, sus destellos… y dejando huella al terminar su sustitución ¡Hasta el auxiliar de conversación que hemos tenido ha sido un lujazo! ¡Y el conserje! un fuera de serie, el mejor y más profesional que he conocido ¡una especie de doctor conserje!… muy grande.

Este claustro tenía de especial que, aun siendo un colegio intenso en actividad, como todos (pero con un toque de más), fuera del colegio, en conjunto, se amplificaba. Hay que tener en cuenta que estoy hablando de un curso que ha sido interrumpido dos veces, y que la segunda interrupción terminó en el segundo trimestre y se ha ido prorrogando durante todo el tercer trimestre, por lo que todo lo hemos vivido de septiembre a marzo presencialmente… el vínculo que teníamos ya cuando terminamos el primer trimestre era enorme, insisto, este tipo de cosas no ocurren normalmente.

Con todos mis compañeros he tenido, al menos, un momento de cercanía, confidencias, risas, conversaciones educativas, intercambios varios de afecto y cápsulas de café, sonrisas… con otros he establecido un vínculo que espero dure mucho tiempo, el tiempo lo dirá… y hay con quien me he encontrado porque el universo lo tenía planeado así (el universo siempre impartiendo docencia)… fenómenos de este rango son regalos que te da la vida, encuentros casuales que parecen estar predestinados claramente por fuerzas que escapan a nuestro intelecto y cargadas de propósito y sentido.

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Si preguntas por los colegios de Torre Pacheco, el CEIP San Antonio suele ir en último lugar en las recomendaciones, porque hay mucha inmigración, niños conflictivos, familias complicadas… pero, como suele pasar en estos centros, simplemente hay niños, con familias de culturas distintas y diversidad a raudales… muchas emociones y corazones que no caben por la puerta ¡y hablando de diversidad…! tengo que destacar otro espectáculo inaudito… el Equipo de Atención a la Diversidad… no me voy a lanzar a soltar todos los calificativos que me vienen a la cabeza pero destacaría su profesionalidad, dedicación, diligencia, ATENCIÓN (sí, en mayúsculas), entrega total a cada uno de sus niños y un cariño por ellos ilimitado ha dado como resultado niños felices, prácticamente enamorados de sus maestras, familias encantadas y compañeros entregados igualmente a la atención a la diversidad, bien asesorados, motivados y liderados por un equipo de este calibre.

Volviendo a la idiosincrasia del colegio, es un centro con una ideología muy marcada y dirigida al respeto a la profesionalidad del profesorado y el apoyo incondicional a este, donde los órganos de dirección no están por encima del resto de compañeros, se sienten cercanos y se entregan a la gestión del centro sin cargar de trabajo de más a los docentes. El respeto y la profesionalidad se siente en todo el centro. Es un colegio que no se mete en mil proyectos, no intenta abarcar más de lo que puede, no actúa de cara al escaparate, es realista y trabaja por adaptarse a su contexto, no busca la placa en la puerta que certifique tal o cual cosa, no busca la foto en las redes sociales ni la publicidad para ganar más matrículas a final de curso, no busca el prestigio, se lo gana simplemente haciendo lo que se debe hacer, atender, acoger, educar e intentar sacar lo mejor de cada persona que entra por la puerta. Es un colegio que se preocupa por su profesorado, y ese profesorado se entrega a sus alumnos y las familias, y va lidiando con problemas que pueden surgir en cualquier centro: de conducta, casos de absentismo, riadas que inundan el pueblo o virus que paralizan el mundo entero, sin problemas.

Al finalizar el curso, abandoné los grupos de WhatsApp sin decir nada, simplemente salí. Mis razones las saben los que me conocen, o los que me quieren conocer, no soy una persona convencional en cuanto a ciertas conductas… lo sé, tengo que trabajarlo, estoy en ello… Pero no soporto las despedidas impersonales, en grupo, indiscriminadas, sino persona a persona, y este año no ha podido ser.

Un grupo de WhatsApp no es la forma que se merece una despedida de este tipo, haber escrito todo esto habría rozado la tortura para todos los integrantes del grupo, y luego, imaginad la respuesta de cada uno… o las respuestas forzadas (porque todo el mundo se despide, y hay que decir algo)… no estoy hecho para estas cosas, no me gusta forzar a nadie, ni indirectamente, y menos respecto a los afectos.

Ya sé que este medio tampoco es el más correcto, lo hago más a modo de homenaje, porque quedará aquí y tal vez recoja experiencias de otros compañeros que pasen por este colegio tan especial, y que ojalá, de corazón, cuenten las mismas maravillas o más… El problema, aquí sale mi «yo-escéptico-realista»… es que sé que esto ha sido cosa de este claustro: Fran, Cristina A., Pepi, Noemí, Mª Carmen, Leoncio, Aarantxa, Marini, Silvia, Lucía, Paul, Laura, Susana, Rebeca, Antonio, Ana, Luis, Cristina R., Mar, Miguel, Paky, Clamen, Ana Belén, Eva, Cristina C., Inma, Irene, Nuria, Mª Ángeles, Rosi, Pascual, Mª José, Tere, Virma, Sole, Leonor, Rosa… Poner cada uno de vuestros nombres me ha traído recuerdos de todo tipo, con todos he contactado y os he disfrutado en mayor o menor medida, y todos me habéis sacado una sonrisa, sois únicos, especiales, arquitectos de emociones…

Realmente, uno no se puede despedir de un fenómeno como el de este año, solo puede suspirar, dar gracias por haberlo vivido e intentar retenerlo en ese rincón de nuestra mente que tenemos guardado para las emociones y al que podemos recurrir en momentos especiales y sacar nuestra mejor sonrisa.

Gracias a todos por haber contribuido a crear este recuerdo, es un tesoro que guardaré para siempre y el listón lo hemos dejado bien alto.

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PD: ¿Os he dicho que hasta nos dio tiempo a hacer un LipDub?

10 comentarios

    • Muchas gracias, Ana Belén. Hemos compartido charlas muy agradables este año, tu despedida en el aula de profesores, en un arduo ejercicio de aceptación de las circunstancias, fue de las que más me afectó, créeme… un quiero y no puedo total. Un abrazo enorme ¡y estamos en contacto! 😊

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